jueves, 7 de noviembre de 2019

regalo

Como periodista siempre fui ecuánime, hasta que me encontré en un terreno fuliginoso. Veras juez, estaba siguiendo a este millonario extrañamente dadivo cuando lo vi todo.
 Apenas había salido el ocaso, John Miles llevaba unas tijeras en mano. Mango de plata martillado envuelto en un paño de runas. Se dirigía en coche a un sitio de ayuda a menesterosos.
Se podía sentir el olor a flemas al entrar a ese lugar. Eran todos sobrevivientes del Huracán que destruyó Haití. Caminé sigiloso detrás de él hasta el fondo. Se detuvo frente una caja donde se escuchaba un niño llorar.
Lei extrañado la caja. Decía Adán y portaba varias figuras misteriosas. Habló. No pude entender palabra alguna. Se inclinó genuflexo y levanto los brazos mostrando el arma blanca frente a todos. No pude evitarlo, creí que mataría al menor. Me abalancé sobre él.
No, señor juez. Yo no lo maté. No tengo idea como llego mi nombre a su testamento. Le juro que jamás crucé palabra con él, solo hacía mi trabajo.


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