domingo, 23 de julio de 2023

Un gato en un piso vacío de Wislawa Szymborska

Morir, eso no se le hace a un gato.

Porque qué puede hacer un gato

en un piso vacío.

Trepar por las paredes.

Restregarse entre los muebles.

Parece que nada ha cambiado

y, sin embargo, ha cambiado.

Que nada se ha movido,

pero está descolocado.

Y por la noche la lámpara ya no se enciende.

Se oyen pasos en la escalera,

pero no son ésos.

La mano que pone el pescado en el plato

tampoco es aquella que lo ponía.

Hay algo aquí que no empieza

a la hora de siempre.


Hay algo que no ocurre

como debería.

Aquí había alguien que estaba y estaba,

que de repente se fue

e insistentemente no está.


Se ha buscado en todos los armarios.

Se ha recorrido la estantería.

Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.

Incluso se ha roto la prohibición

y se han desparramado los papeles.

Qué más se puede hacer.

Dormir y esperar.


 

Ya verá cuando regrese,

ya verá cuando aparezca.

Se va a enterar

de que eso no se le puede hacer a un gato.

Irá hacia él

como si no quisiera,

despacito,

con las patas muy ofendidas.

Y nada de saltos ni maullidos al principio.

sábado, 22 de julio de 2023

Solicitud

Era una rivalidad como ninguna otra. Algunos podrían decir que era del tipo "fuego contra fuego", pero para mí era "agua contra fuego". Hablo sobre el carácter fuerte de Ernesto y el manso de Fausto. Él, que se prendía a cazar cualquier animal salvaje, y él, un alma llena de paz. Sin conocerlos, incluso, por el color de sus ojos, se podría reafirmar cuál era cuál.

Siempre los miré de lejos cuando vivíamos en el pueblo. Antes de llegar a estos parajes y cruzarnos con su comunidad. Déjeme que avive el fuego y le cuente mi historia.

Soy una bruja, hija de Pachamama. He creado todo tipo de ungüentos y pociones para distintos dolores. Siempre nómade, ninguna tierra es propia en este vasto universo. Sé que no me entenderá, pero tenga presente que viaje tanto y por tantos rincones que, una vez más, me trajeron aquí. Nos trajo aquí.

En aquel pueblo todo lo corriente sucedía una y otra vez. El sol salía y se perdía en el firmamento como mi rutina. Solo escuchaba los murmullos de mis clientes sobre Fausto y Ernesto.

Hasta que apareció ella: Luisa. Su tersa piel y su fino rostro hacía enloquecer a los muchachos más jóvenes, y claro, todos la coqueteaban. Su sola presencia avivó el avispero. Ella los ignoraba y rehuía como el pobre aleteo de un pájaro lastimado, o como una brisa suave y caliente, que contradecía al viento. No pude evitar verla y conocerla. La hospedé ni bien percibí su alma de vendaval.

Por un lado, se hablaba de que iría tras la llama del corazón de Ernesto. Otros la imaginaban más bien atraída por las olas que sacudían la mente de Fausto. Mientras tanto, Luisa se mantenía callada, apenas mostraba su rostro por las ventanas y solo dormía cuando estaba a mi lado en el rancho.

Como se imaginará. Todos los ojos estaban en quién contraería matrimonio con ella. Si esa rivalidad entre Fausto y Ernesto terminaría cuando uno de los dos lograra hacer sonar las campanas de la vieja iglesia. Pero, ¿Quién sería el primero en pedir su mano? ¿A quién le daría el amor ese tornado de emociones?

Luisa pasó unas horas al día conociendo a ambos muchachos. Salía a una fogata en la noche, o a nadar por un lago calmo. Pescar o cazar, leer o mirar el paisaje detrás de las colinas. 

Ernesto y Fausto se cruzaron una mañana justo en la puerta. Escuché como discutieron y como quedaron en encontrarse y poner fin a los problemas. Dictaminaron el lugar, el día y la hora.

El rumor sonó y resonó en cada punta. Esa mañana todos, realmente todos, estaban en la plaza impacientes. Creo que algunos incluso durmieron ahí, para evitar perderse la riña. 

Llegaron casi al compás. Y sin decirse nada, se miraban. Se relojeaban. Casi no pestañeaban. El silencio era aterrador. La gente apenas susurraba la gran incógnita: ¿Usarán puños, cuchillos o pistolas?

¿Cree que me perdería tal espectáculo? Jamás. Me armé de un pequeño vallado y una mesa, Luisa me acompañaba subida a un caballo, y me encargué de armar apuestas. Ella estaba como una recompensa invaluable, hermosa y sonriente. Incitaba y persuadía a la multitud. Todo para que subieran la cantidad de monedas que me entregaban a nombre de uno de los combatientes. Cada monto iba directo hacia una bolsa que acomodaba prolijamente en un potro, el más rápido de mi rancho.

Ernesto y Fausto seguían en su contienda. Callados. Moviéndose lentamente en sintonía. Alejándose un poco, para acercarse luego. Hasta que la distancia se acortó. Uno levanto el ceño. El otro levantó la mirada. Levanto levemente el cuello. Movió un poco la cabeza para atrás. Ante todo el pueblo se dieron un beso. Los brazos se enredaban, se acariciaban, se buscaban. Nadie entendía nada y luego todos entendieron todo.

Las manos que esperaban la pelea se volvieron puños. El silencio fue callado a gritos. Una búsqueda de sangre, de eliminar esa vergüenza. Ya no eran ni serían más aceptados. No había cobijo para tal desgracia. El caballo se puso nervioso, había llegado la hora. Luisa me tendió una mano.

¡Suban! Grite con todas mis fuerzas. El potro se sacudió de golpe cuando sintió a los dos hombres. Cabalgamos y cabalgamos hasta llegar aquí. Porque los conocía y sabía que no seriamos rechazados.

Sí nos permite, Señor alcalde, sería un gusto dejar esa vida atrás y quedarnos. Haremos lo necesario para ayudar a esta comunidad.

 


jueves, 20 de julio de 2023

Biombos de Martina Cruz

 Hace ya un verano en la sala de espera

en una clínica de escalada

un médico sale de la habitación

donde está internado mi viejo

me avisa que el paciente de al lado

con el que comparte habitación

pidió un biombo

un biombo

yo le puse cara de que no entiendo

el médico me explica

un biombo

porque el otro paciente mejora

y lo angustiaba ver a alguien muriendo

que lo angustiaba ver a alguien muriendo


señor, a mí también me angustia ver a alguien muriendo

ver el cuerpo con tumores

las telarañas de venas violetas

que este verde la piel

que los ojos amarillos

que el cuerpo

yo entiendo señor

es angustiante ver a alguien muriendo

pero a mi

a mí me angustia ver a mi viejo morir

que ya no habla

que ya no entiende

que ya no reconoce

que no sabe

no sabe su nombre

no sabe mi nombre

que ya nunca

nunca más verlo caminando por la estación de Temperley

nunca más mirar una película con él

nunca más caminar

nunca más charlar

nunca más me va a mirar


entonces mientras usted pide por favor

un biombo

yo repito y repito en mi cabeza

por favor que no se olvide de mi nombre

por favor que no se olvide de mi nombre

por favor que no se olvide de mi nombre

entonces cuando él dice mi nombre

y me reconoce


pero usted señor no puede escucharlo

ni verlo

porque está del otro lado del biombo

señor usted tampoco vio

cuando llore sonriendo

o cuando rogué

o cuando me desarme

o cuando acepte

cuando repetí

te amo

te amo

te amo

no te vayas

porque usted simplemente estaba del otro lado

y no lo juzgo

yo también quise poner biombos

para que no duela


quise poner un biombo

en la puerta de mis viejos

para no escucharlos gritar

para no ver a mi mamá tirada en la cama

llorando o durmiendo

olvidándose de comer

olvidándose

quise poner un biombo

entre mi cuerpo y los médicos

para que no me digan malas noticias

para que no me digan

que tengo un tumor

que quimio

qué rayos

que un músculo más o uno menos

no hace la diferencia

quise poner un biombo señor

entre los tipos que violaron a mi hermana

y ella

porque quería protegerla de todo

que no le pase nada

de nada

nada

de nada

que no tenga pesadillas con sus voces

que no sienta que es su culpa


un biombo señor

yo también quise poner un biombo

un biombo

tiene que entender que por eso estoy enojada

porque yo no puedo poner un biombo

porque

no hay biombo lo suficientemente grande para tapar la vida


la posta es que no sé si quiero

si hubiera tenido un biombo señor

no hubiera visto a mi vieja levantarse

no hubiera escuchado la frase te curaste

no hubiera visto a mi hermana en la lucha feminista

no hubiera escuchado a mi viejo decir mi nombre así

si hubiera tenido un biombo señor

no tendría idea de lo que es

que me salve escribir una poesía

esta poesía.

domingo, 9 de julio de 2023

tósigo

Me acerco a tocar el timbre y observo que la puerta está abierta. Me imagino que me estaba esperando y entró. El pequeño patio estaba lleno de pequeñas hojas del otoño. Cruzo el zaguán. Ingreso en la primera puerta y la encuentro a la señora, viuda, vestida de negro, en posición de luto, y con un velo de tul que no me permite ver su rostro, sentada en un banco bajo junto a una mesa ratona repleta. Pan tostado a medio comer, mermeladas varias y dulces de etiquetas amarillas, y una taza con una bebida negra junto a un recipiente con azúcar y etiquetado amarillo, que le daba pequeños sorbos cada tanto.

Llevo años trabajando en atender, como cuidador, a abuelitos de la tercera edad y sabía que acompañarla en el duelo no es tarea fácil. Pero la compañía en momentos así ayudan a pasar el grave acontecimiento. 

Es así como me acerque lentamente, me presente con la voz suave para no perturbar su tranquilidad y le conté la razón de mi visita. Dulcemente, me dijo su nombre y me dio indicaciones de que tome asiento.

Mire un poco alrededor mientras buscaba una silla. Era una casita apagada, con muchos muebles de roble y pino de distintas formas y tamaños. Un gran televisor junto a una radio. Una ligera capa de polvillo cubría todo. Muchas fotos familiares que iban desde adolescentes sonriendo hasta adultos mayores en distintos tipos de fiestas. También pequeños adornos que acompañaban a cada imagen. Una pequeña sensación de abandono transmitía la escena. Una nostalgia de años pasados se reposaba entre los cuadros antiguos de paisajes lejanos y desérticos. 

Sobre una mesa lista para almorzar se encontraba algunos envases a medio terminar con etiquetas amarillas. Tazas de café y de té listas junto a una tetera de porcelana. A la derecha del living se encontraba un estrecho pasillo que daba a dos cuartos. Una puerta semiabierta donde se podía observar que era el baño, y una puerta más al fondo, cerrada, que sería la de su habitación.

Conversamos inicialmente del clima. Hice un par de chistes para romper el hielo, podía notar su sonrisa a pesar del velo. La primera hora se pasaba y de a poco me dejaba entrar en su mundo. 

Le pregunté por sus programas de televisión favoritos, qué música escucha en la vieja radio, hace cuanto que vive en aquella casa. De a veces contaba un poco de mí, de lo agradecida de tener este trabajo, de como llegue a conocer distintas personas. Sentí como la soledad  invadía cada respuesta que me daba.

Dijo que se casó a muy corta edad, y daba las gracias de sus casi 60 años de casados. Que recordaba aún a su primer amor, un joven apuesto, de familia rica, que le enviaba cartas y le sonreía desde un Siam Di Tella al que conducía por toda la ciudad. En ese entonces, maldice, el muchacho por la edad y cosas de la época era el prometido de su hermana mayor. Pocos días antes de la boda muere envenenado.

Le pregunto si se supo quién lo asesinó, si salió en las noticias. Hace un silencio incómodo y con un tono bajo, casi en secreto, me confiesa que fue ella. Como si aún quedaran testigos de aquella época o como si hubiera espíritus que la condenarían. Pensé que quizás aún sentía culpa y le pregunto por su hermana, si luego de ello consiguió pretendiente. Ella mira al cielo y luego al suelo. Mi hermana se suicidó el día de su casamiento. Lloré por obligación en su entierro, me dice, peleaban todo el tiempo y no había ningún tipo de apego porque eran en realidad medio hermanas. Su padre, un borracho golpeador, tenía varias mujeres. En otro momento te contaré de él, me dice.

Le comento que me dio sed tanta conversación y que buscaré en la heladera alguna bebida fría. Tomo una botella de agua con etiqueta amarilla y antes de abrirla ella se acerca.
Por primera vez la veo caminar con tanta rapidez para arrebatarla de mis manos. No toques nada con etiquetas, me dice. Está envenenada.
Le pregunto por qué y me dice que es para que tome su marido. Me ha dicho que era viuda, le exclamo. En proceso, responde. Pienso en todas las etiquetas que vi en la casa.
Una puerta del fondo de la casa se cierra con violencia. Es mi marido, me dice.
Le doy las gracias por la conversación y del modo más diplomático posible, me despido. No es mi trabajo atender fantasmas.

viernes, 7 de julio de 2023

Esperar


Llevaban esperando varios años, mirando de lejos, observando todo.
La guerra, el fuego, los gritos. Más y Más. Todo pasaba bajo sus ojos.
Menos y cada vez menos; plantas, animales y suelo.
Finalmente, cuando solo quedó un único ser humano, la nave extraterrestre se lo llevó. 
Por razones éticas lo conservaron en formol.

 

Estimado fantasma:

Me imagino que aún recuerdas cuando calzabas piel y transitabas como todo ser humano las calles grises del invierno.

Yo, por mi parte, no puedo olvidarlo. Ese calor que me inundaba en un abrazo, esa sonrisa con todos los dientes brillantes, y esa picardía de hacerme reír a deshoras. 

Seguro sabe cuanto lo extraño, cuanto lo admiro, aun siendo viento que mi mente dibuja los días tristes.

Y si no me quedan más palabras, sepa humildemente que le quiero como sabana blanca entre mis jardines, como fantasma viendo transitar mi triste vida sin usted.

Saluda Atte. Romiku