domingo, 28 de abril de 2024

Museo

 ¿Cómo podría decirle que no? Pobre de mi vecina, que su marido desapareciera así, sin decir nada. Lamentable la verdad. Novio mejor dicho, o no sé, creo que casados no estaban. Hacían buena pareja, eso sí.

Había pasado un mes o dos y tenía que llamar a la policía, no quedaba otra. Fue por eso que se apareció sin más en mi puerta con una caja. Me dijo que contenía dentro eso. No sé cómo decirlo. Juguetes. Pero no los normales. Perdón, me pone terrible hablar de esto. Me entenderás, esos para avivar la pareja, que se usa en la cama. No puedo, me da vergüenza. Eso debe haber sentido mi vecina, por eso me los trajo y me pidió que se los guarde, porque los detectives mirarían todo y una caja así bajo la cama, quiero creer que lo ocultaban ahí, sería muy mal visto.

Tampoco iba a cuestionarle mucho, la entendí al momento y solo le pregunté tímidamente como estaba en un momento tan difícil. Jesús parecía un hombre responsable. Divorciado y jubilado, no dejaba de ver a sus hijos. Siempre me pareció buena persona, incluso un caballero.

Me cuesta mucho contar todo, disculpe. Me entrego la caja marrón, sí, de cartón, la común. No me anime ni se me ocurrió abrirla. Me dijo ella que tenía bolas chinas y, sí, creo que me expreso un poco de que era lo que había dentro para que no me extrañe. Yo solo esperaba que este todo limpio, Dios quiera que no me esté dando algo con marcado tacto y que… Oliera. Pero no sentí nada en ese momento y lo guardé como correspondía en una habitación al fondo de casa, donde tengo varias cosas de mudanzas anteriores esperando moverse. Por eso la olvidé, y pasaron los meses.

La caja empezó a destilar un hedor que de a poco se pasaba por la pared hasta otros espacios. Intente no prestarle demasiada atención. La casa es vieja. Ya un par de veces habré encontrado una rata muerta. El gato juega, se aburre o la mata y queda en algún lado de la casa, el mismo la cubre o la entierra. No es algo lindo de ver, pero te acostumbras. 

En un momento se hizo insoportable el aroma y ya había dado vuelta la casa intentando encontrar de donde provenía. Todo indicaba que era el cuarto más alejado. Me pregunté mientras introducía la llave en  la puerta si entre los viejos adornos y los libros podría existir algo que pudiera pudrirse y me encontré con la caja, ya llevaba casi unos 6 meses aquí y fue que decidí acercarme. Sí, el olor provenía de ahí dentro. Fui a la cocina, tomé los guantes naranjas, junte valor y la abrí.

No había juguetes, sentí un pequeño alivio. No había nada que pareciera ilegal. Solo papel de regalo azul intentando ocultar un objeto envuelto en aluminio, el de cocina. Grité. Grité tan fuerte como pude y tome el teléfono. Era una calavera, un maldito cráneo humano. Mi corazón latía a mil por hora, pero tenía que llamarlos, aunque mi voz saliera entrecortada y costara respirar. 

No lo olvidaré jamás, oficial, no hay forma que olvide lo que vi. Estaba limpio, sin piel, sin ojos. Disecado como cadáver de un animal. Conservado como los que se ven en el museo. 



martes, 16 de abril de 2024

Fulgor

 Silencio. El tocadiscos se apaga. Las miradas se entrecruzan. Una vez más aguanto mi respiración. Porque si largo todo lo que debería decir, ¿Para qué me serviría? El hielo en el trago se mueve por el calor del ambiente. Pesado está todo, incluso el clima, reniego para mis adentros. No haces otra cosa que disparar tu mirada una y otra vez. Duele, ¿Lo sabes? Claro, muchas veces me detuve en esos ojos grises antes de pensar incluso en besarte. Pero no ahora. No nunca más.

La sesión se corta, la entrevista queda en nada. El disparador que debía ser esa vieja melodía de antaño no sirvió y una vez más tu cara de psicólogo tampoco. Me despido como cada encuentro, desorientada entre mi Yo y el amor. Dudar de si solo soy yo, no me da a esta altura de mi vida. Pero contarte mis emociones y mi pasado tampoco. Esa distorsión que dices que nombro un tal Freud, o mi cariño imberbe hacia el que veo como mi salvador. 

Perfume

 Me sentí incapaz, durante días, de hacer algo con aquello. Será por eso que lo segundo que resolví, luego de tenerlo un tiempo en el baño, llevarlo a la habitación. A la mesa de luz para ser más específica. Solo duro tres noches, porque verlo de temprano, a primera hora de la mañana, me ponía de terrible humor.

Ya sé que tendría que haber actuado antes, que las consecuencias, que esto y así. Pero esto no fue un accidente y nunca dire algo por el estilo... Es mi mente que no se calla.

¿Para qué darle más vueltas al tema? Pero tirarlo a la basura no solucionaría nada. Que las terapias NewAge me plantearían que sea positiva, que disfrute, que aclare mi mente. Mi vecina me opinaría lo contrario.

¿Qué diría mi mamá? No quiero ni pensarlo. Quizás, y en un tiempo, mi papá me perdoné, o al menos no se altere como la otra noche en la cena. Y eso que mi plan de un espacio público parecía bueno para que no grite, y ni modo, empezó con eso de que sufriría del corazón, se moriría, estiraría la pata por mi culpa.

A todo esto, aquello sigue aquí, en la mesa del living. Ya alucino que tiene vida propia y en cualquier momento me grita, o huye, tipo las opciones más comunes.

Ya sé, irá a un cajón. El cajón de la otra mesa de luz. Total, no va a volver y el test de embarazo, con sus dos palitos verticales, ganara su perfume como si se le impregnara el calor, o el amor de quien no lo quiso.

miércoles, 27 de marzo de 2024

Borges es Dios

Llamen Borges a todo
Llamen Borges a todos los espacios públicos, a las plazas, a los monumentos, a los centros culturales, a las calles, por que no? Entonces provocarían una escisión en el espacio-tiempo generando universos paralelos de magnitudes Borgeanas. Llamen Borges a todo, así nos encontremos en las intersecciones de la Calle Borges entre la cortada Borges para ir al centro cultural Borges. Nos vemos en la plazoleta Borges, frente al palacio municipal Borges y vamos a la costanera del río Borges. Nos esconderiamos en espacios públicos paralelos de universos opuestos, a debatir sobre cuestiones centrales, o baladies. Llamen Borges a todo así nos perdemos en fructuosas muchedumbres anónimas de características borgeanas. Oh proles espartanas, llamen a sus hijos Borges y rompamos el binarismo celestial de dioses paganos en luchas con tigres callejeros. Llamen Borges a todo, a lo etéreo y a lo infernal. 

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lunes, 25 de marzo de 2024

Una vez más

Tres, dos, uno. La alarma suena, la sincronización debe ser perfecta. Los alumnos comienzan a salir del aula, se forman distintos grupos en la puerta de la Universidad. Carolina se mezcla entre la multitud y comienza a llorar, arruinándose el rimel, una vez más. Camina unas cuantas cuadras hasta ver la entrada al subte y agiliza el paso en torno a las escaleras. Otra vez era 9 de octubre.
Carolina oprime su pecho y sus ganas de gritar se apagan. Pasaron apenas unos minutos desde que vio a Olivia, su madre, que la esperaba como cada mediodía desde la vitrina de un café cerca de la facultad. Sabe que se cruzaron las miradas, traga saliva. Ve como Olivia suelta la taza y sale deprisa del local. Intenta cruzar la calle con rapidez, y detenerle el paso a Carolina para al menos decirle algunas palabras. 
Su hija llevaba varios años tomando clases de una carrera que no le gustaba, repitiendo una y otra vez las mismas materias.

-Carolina, hablemos por favor...- dijo sacudida por los nervios.

- No hay nada que hablar, mamá.

-No me dejes así, no fue mi intención dejarte así.

- ¿Te referís sola y en la calle? - entre lágrimas cada vez más grandes y a la vista de todos.

Carolina aligera los pasos hasta el punto de correr. Consumida por la vergüenza, desaparece en la estación del subte. No era la primera vez que peleaba así, pero sí la última.

Dentro del subte, toma un asiento vacío y el espejo de su mochila. Se limpia el maquillaje corrido, se quita la peluca y respira profundo. Cierra los ojos con alivio. Vuelve a ser ella, vuelve a ser Soledad. Toma el celular y ve la foto de ella junto a Carolina. Mira la hora y oprime en el pecho tantas cosas. El calendario pasa, pero no pierde esperanza. Los años de terapia de su madre llegarán a su fin, y ese día dejará de vestirse como Carolina, su padre no la llamará más pidiendo seguir el engaño. Porque repetir una y otra vez el día que su hermana se tiró a la vía era agotador.