lunes, 25 de marzo de 2024

Una vez más

Tres, dos, uno. La alarma suena, la sincronización debe ser perfecta. Los alumnos comienzan a salir del aula, se forman distintos grupos en la puerta de la Universidad. Carolina se mezcla entre la multitud y comienza a llorar, arruinándose el rimel, una vez más. Camina unas cuantas cuadras hasta ver la entrada al subte y agiliza el paso en torno a las escaleras. Otra vez era 9 de octubre.
Carolina oprime su pecho y sus ganas de gritar se apagan. Pasaron apenas unos minutos desde que vio a Olivia, su madre, que la esperaba como cada mediodía desde la vitrina de un café cerca de la facultad. Sabe que se cruzaron las miradas, traga saliva. Ve como Olivia suelta la taza y sale deprisa del local. Intenta cruzar la calle con rapidez, y detenerle el paso a Carolina para al menos decirle algunas palabras. 
Su hija llevaba varios años tomando clases de una carrera que no le gustaba, repitiendo una y otra vez las mismas materias.

-Carolina, hablemos por favor...- dijo sacudida por los nervios.

- No hay nada que hablar, mamá.

-No me dejes así, no fue mi intención dejarte así.

- ¿Te referís sola y en la calle? - entre lágrimas cada vez más grandes y a la vista de todos.

Carolina aligera los pasos hasta el punto de correr. Consumida por la vergüenza, desaparece en la estación del subte. No era la primera vez que peleaba así, pero sí la última.

Dentro del subte, toma un asiento vacío y el espejo de su mochila. Se limpia el maquillaje corrido, se quita la peluca y respira profundo. Cierra los ojos con alivio. Vuelve a ser ella, vuelve a ser Soledad. Toma el celular y ve la foto de ella junto a Carolina. Mira la hora y oprime en el pecho tantas cosas. El calendario pasa, pero no pierde esperanza. Los años de terapia de su madre llegarán a su fin, y ese día dejará de vestirse como Carolina, su padre no la llamará más pidiendo seguir el engaño. Porque repetir una y otra vez el día que su hermana se tiró a la vía era agotador.

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