miércoles, 27 de marzo de 2024

Borges es Dios

Llamen Borges a todo
Llamen Borges a todos los espacios públicos, a las plazas, a los monumentos, a los centros culturales, a las calles, por que no? Entonces provocarían una escisión en el espacio-tiempo generando universos paralelos de magnitudes Borgeanas. Llamen Borges a todo, así nos encontremos en las intersecciones de la Calle Borges entre la cortada Borges para ir al centro cultural Borges. Nos vemos en la plazoleta Borges, frente al palacio municipal Borges y vamos a la costanera del río Borges. Nos esconderiamos en espacios públicos paralelos de universos opuestos, a debatir sobre cuestiones centrales, o baladies. Llamen Borges a todo así nos perdemos en fructuosas muchedumbres anónimas de características borgeanas. Oh proles espartanas, llamen a sus hijos Borges y rompamos el binarismo celestial de dioses paganos en luchas con tigres callejeros. Llamen Borges a todo, a lo etéreo y a lo infernal. 

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lunes, 25 de marzo de 2024

Una vez más

Tres, dos, uno. La alarma suena, la sincronización debe ser perfecta. Los alumnos comienzan a salir del aula, se forman distintos grupos en la puerta de la Universidad. Carolina se mezcla entre la multitud y comienza a llorar, arruinándose el rimel, una vez más. Camina unas cuantas cuadras hasta ver la entrada al subte y agiliza el paso en torno a las escaleras. Otra vez era 9 de octubre.
Carolina oprime su pecho y sus ganas de gritar se apagan. Pasaron apenas unos minutos desde que vio a Olivia, su madre, que la esperaba como cada mediodía desde la vitrina de un café cerca de la facultad. Sabe que se cruzaron las miradas, traga saliva. Ve como Olivia suelta la taza y sale deprisa del local. Intenta cruzar la calle con rapidez, y detenerle el paso a Carolina para al menos decirle algunas palabras. 
Su hija llevaba varios años tomando clases de una carrera que no le gustaba, repitiendo una y otra vez las mismas materias.

-Carolina, hablemos por favor...- dijo sacudida por los nervios.

- No hay nada que hablar, mamá.

-No me dejes así, no fue mi intención dejarte así.

- ¿Te referís sola y en la calle? - entre lágrimas cada vez más grandes y a la vista de todos.

Carolina aligera los pasos hasta el punto de correr. Consumida por la vergüenza, desaparece en la estación del subte. No era la primera vez que peleaba así, pero sí la última.

Dentro del subte, toma un asiento vacío y el espejo de su mochila. Se limpia el maquillaje corrido, se quita la peluca y respira profundo. Cierra los ojos con alivio. Vuelve a ser ella, vuelve a ser Soledad. Toma el celular y ve la foto de ella junto a Carolina. Mira la hora y oprime en el pecho tantas cosas. El calendario pasa, pero no pierde esperanza. Los años de terapia de su madre llegarán a su fin, y ese día dejará de vestirse como Carolina, su padre no la llamará más pidiendo seguir el engaño. Porque repetir una y otra vez el día que su hermana se tiró a la vía era agotador.

lunes, 18 de marzo de 2024

La cena

Mi primera prioridad siempre es la de volver a casa. Después del arduo día de trabajo, no puedo esperar para apoyar mi cuerpo en la más divina creación de Dios, la poderosa cama que todo alivia. Lo malo, lo horroroso, al menos para mí, se precipita en el medio, el intervalo donde debo ser, en efecto, ese ente alimentador del árbol de la vida.

La cocina siempre me pareció el calabozo de la casa. De niña estaba cerrado bajo llave, menos algunos sábados donde mi padre se dedicaba a quemarse y sacudir de risas la sala mientras preparaba sus victoriosas rabas. Ese día se almorzaba en la cocina, primero para que no se enfríen en el tiempo que se demora en llegar al living comedor, segundo porque así mi papá también podía comer entre tanda y tanda sin perder de vista el aceite.

Así, perdida en el cansancio y el recuerdo, la distracción de mi hijo contándome las hazañas de su día, el gato arañando al otro lado de la puerta pidiendo su alimento, la pasta se desparramó sobre la mesada. Mi primera reacción incorporada desde que los indígenas dominaban la tierra fue juntar los fideos de vuelta a la sartén. Pero ¿ahora qué hago? ¿Lo sirvo igual? No, no podría con el asco, porque soy así, por más detalladamente limpio que dejo todo, no puedo con mi ego y no podría comer sin sentir el estómago dando vueltas como barco perdido en naufragio. Lo mejor será que lo coma mi marido con mi hijo. ¿Puedo dejar que mi pequeño coma eso? ¿Y si se enferma, y si se intoxica? Si tengo que perder mi día de trabajo por tenerlo enfermo… simplemente no me puedo tomar el día, menos estas fechas tan activas y…

Mejor que no coma. ¿Cómo se lo impido? Ya sé. Le pondré algo extra que no le gusta como champiñones, así solo mi esposo lo come. Le daré a mi pobre niño lo que sobró de la cena de ayer, de paso hago espacio en la heladera. 

Entonces solo comerá mi marido. ¿No se verá algo raro? Me imagino que tendré que inventar alguna razón de que hice todo esto para él. Total nunca recuerda en que día del calendario está ni que fechas relevantes hay, incluso el cumpleaños de su madre se escapa de su cabecita, pero yo lo quiero así.

¿Y si se llena y sobra? Esto es para varias personas, no tendría que haber hecho el paquete completo, encima ya con la salsa de hongos se hizo más pesada la sartén. En cualquier momento llega del trabajo y ya escucho el sonido de mensaje en mi celular.

—Amor, tengo ganas de cenar pizza, ;) y compré un par en el camino a casa. Te amo.-

Solo espero que al perro del vecino le guste su cena gourmet: fideos con salsa de champiñones y pate para gato. 

viernes, 15 de marzo de 2024

Evacuando (Soltando)

Siempre fue estricto mi inconsciente para ir al baño, no es broma. Me despierta la sensación y el impulso para vaciar la vejiga a las 4am y a las 6am sin falta. Ese relojito interno siempre en marcha, a pesar de que me duermo profundamente. Pero ahora no, el "siempre" varió desde que se fue, y qué te puedo decir, en lugar de las 4am fui a las 3 am, no me resultó tan trágico, después el de las 6am paso a 7am y mis dudas aparecieron. 
Porque sí, dormir sola parece que cambió algo en mí. Ya no me duermo tan profundo, y definitivamente dejé de acostarme a la misma hora, porque los impulsos de mi mente imaginativa se extienden más allá de lo que puedo. Por más que me diga que si no lo pienso, ergo no existe.
Volviendo al tema, era de madrugada, ya ni las 3 ni las 4 en punto, si no a medias y en el agua del inodoro encontré una cucaracha. Estaba dada vuelta, observándome. Moviendo sus patas en pedido de ayuda o quizás solo intentando girarse y huir. Como todo en mi vida que huye. La miré atónita un par de segundos, no sé cuantos, pero mi registro físico y mis necesidades primordiales estaban a flor de piel. Y la meé. Hice pis encima de ella. No contenta con ello, tire la cadena y me volví a dormir. 
Solo a la mañana y con la taza de café caliente en mis manos, volví a pensar en eso. ¿Qué habrá sentido el pobre bicho cuando descendió sobre él una cascada tibia y amarillenta? ¿Qué parte de su ego le habré dañado? Pero la cucaracha no huyó de mi amor, yo descargué la cisterna. Y lo haría de nuevo.