martes, 16 de abril de 2024

Fulgor

 Silencio. El tocadiscos se apaga. Las miradas se entrecruzan. Una vez más aguanto mi respiración. Porque si largo todo lo que debería decir, ¿Para qué me serviría? El hielo en el trago se mueve por el calor del ambiente. Pesado está todo, incluso el clima, reniego para mis adentros. No haces otra cosa que disparar tu mirada una y otra vez. Duele, ¿Lo sabes? Claro, muchas veces me detuve en esos ojos grises antes de pensar incluso en besarte. Pero no ahora. No nunca más.

La sesión se corta, la entrevista queda en nada. El disparador que debía ser esa vieja melodía de antaño no sirvió y una vez más tu cara de psicólogo tampoco. Me despido como cada encuentro, desorientada entre mi Yo y el amor. Dudar de si solo soy yo, no me da a esta altura de mi vida. Pero contarte mis emociones y mi pasado tampoco. Esa distorsión que dices que nombro un tal Freud, o mi cariño imberbe hacia el que veo como mi salvador. 

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