jueves, 17 de octubre de 2019

perritos


Esa mañana fui castigado. Había roto con mi pelota la maceta del cactus que mamá adoraba. La única con forma de estatua antigua y por eso me prohibió los dibujitos. Ahí desperté.
Las noticias no paraban de hablar sobre el aniversario del “crac del 29”. Yo viví esa época, fue lo primero que pensé mientras tomaba la leche.
Recuerdo brevemente la cueva del archipiélago, la que tenía una imagen de un colibrí grabado en la roca. En ese entonces no tenía mejillas ruborizadas ni dientes de leche. Había pedido dinero prestado y lo había gastado en la bolsa de valores. Llevándome a obtener deudas impagables.
Debía desaparecer. Fingir mi muerte. Lo primero fue robar un cadáver del cementerio, luego llenarlo de cal para desfigurarlo más y finalmente plantar pistas de un posible asesinato (siendo que tenía tanta gente buscándome por el dinero perdido, no fue nada difícil).
Vagando en el tren a un nuevo destino lo escuché. Era un loco que decía que él no era él. Intenté comprender su inconexo relato y creí que era un viajero en el tiempo. Debía comprobarlo con mis propios ojos. No fue difícil llegar a las islas ni encontrar la ubicación.
Ya fue mucho castigo por hoy. -dice mi mamá. Mientras cambia de canal.
Quiero recordarlo todo pero hay perritos. Muchos. De colores. Quedó dormido acurrucado en el sofá.

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