jueves, 4 de julio de 2019

Subte A

Nunca había tenido miedo a la oscuridad hasta esa mañana de otoño. Lucia tenía por ese entonces 7 años. Viajaba junto a su madre en el subte línea A que las dejaría en el Microcentro. Estaba lleno el andén, pero al subir, pudieron sentarse. A Lucia le gustaba mucho viajar así. Podía hablar con las personas de alrededor sin que se enojara tanto la madre, distinto a lo que ocurría cuando viajaban en colectivo y la madre la obligaba a mantenerse callada.
Cuando llegaron a la estación más próxima a destino hubo un leve movimiento extraño. La carrocería estaba construida en madera y era frecuente algún que otro ruido. Se detuvo unos minutos y luego arrancó de nuevo el vehículo.
A mitad de tramo se escuchó claro y fuerte un segundo ruido. Se detuvo nuevamente, pero esta vez se apagaron las luces. Todo quedo en oscuras. Un silencio emergió en el público. Salió el conductor de la cabina y con un megáfono intento calmar a las personas.
- Abriré las puertas. Intentaré alumbrar el camino. Despacio por favor. Tendremos que caminar hasta el andén, no pisen las vías ni se separen.
Saco una linterna y descendió primero. Lucia le tomo fuerte la mano a su madre y salieron a la oscuridad del túnel. Había tanta gente que, al caminar a ciegas, empujaban y pisaban a la niña. No se veía nada más que la luz a lo lejos que indicaba el camino. Afligida, caminaba intentando no detenerse a llorar. Hasta que en uno de los empujones pierde la mano de su madre y no sabe qué hacer. Empezó a gritar por su mamá, pero era inútil. Corrió entre las personas, siendo tan chiquita no le costó tomar ventaja y termino en la primera fila junto al conductor.
El señor la vio y le dio la mano. La recordó de cuando se estiro para avisar que cerraría las puertas cuando el vehículo estaba aún en funcionamiento. Cuando todo parecía un día normal de trabajo.
Alumbró a Lucia y le confió que en cuanto llegaran a destino, encontraría a la madre.
- ¿Sabes? Tengo una hija de tu edad. ¿Vas al jardín? Ante el bullicio intentaba dialogar.
Lucia era fuerte, se contuvo de llorar. Comenzó a contarle de su familia al conductor. Miraba el horizonte en busca de la luz que significaría el final del recorrido.
Se empaño los ojos para acostumbrarse a la iluminación. Ahora quedaba esperar por su madre. Le dieron golosinas y le aplaudieron la valentía. Se sentó en el banco y aguardó. La última persona en subir fue la madre. Estaba llorando. Angustiada de no ver a su hija.  Pensando que se podría haber caído y accidentado fuertemente. La vio y corrió a abrazarla. A partir de entonces no la llevo más en subte, temiendo encontrarse nuevamente con esa penumbrosa situación.

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