miércoles, 12 de febrero de 2020


Pira
Nunca nadie habría sospechado tal futuro. El imperativo me deja aquí, en el centro de las miradas.
No a todos les gustara mi resolana, muchos se han olvidado de mi brillo. Tampoco de mi parte esperaba tal ceremonia, gente cruzando miles de kilómetros para venir a verme.
¡Si viví tantas injusticias a mi nombre! Me habrán querido presentar en una querella más de una ocasión. Como si fuera mi culpa que un día les presentara un mantel floreado con unos exquisitos manjares, y a la vez mostrara a un alcohólico conduciendo a toda velocidad destruyendo vidas, o también la biología del caracol un domingo por la tarde.
Tampoco pediría una vida dentro de un frasco de formol, sé que tarde o temprano me encontraría aquí en la misma situación. Fui de hoguera en noches de insomnio, sonido de fondo del más estudioso alumno de cualquier academia. Hice reír, hice llorar. Los alucinantes avances tecnológicos me dieron en este presente, el poder de hablar, y hoy, aquí, lo uso para despedirme y agradecer.
La máquina dejo de recibir señal y finalmente se apagó la última televisión del mundo.



Suerte
¿Qué iba a pensar que esa mañana iba a morir? Por primera vez en su vida, no le tenía miedo a nada.
Admiraba tanto el cielo nocturno de aquella ciudad. Se iba todas las noches al río luego de la ardua jornada. Era su lugar de alivio, sencillo y desolado, a metros de su pequeña vivienda de chapa. Ese día había sido especial, besó apasionadamente a la hija de su jefe.
Ya no le importaba ser negro, tampoco que todos en la Reysol sabían dónde vivía y donde pasaba la noche hasta quedarse dormido. Mientras pensaba en los ojos más hermosos que había visto en su vida, en la sonrisa más dulce del mundo, se acostó en la balsa a mirar las estrellas.

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