jueves, 2 de enero de 2020


Cegado

Sabía los que me esperaba cuando vi el diente de león surgir de la maceta y no, no podía callarlo.
Lo primero que noté extraño fue el desayuno. Ese privilegio que aún nos podemos dar mis hermanos y yo. Las facturas estaban duras y añejas. Tomé la última medialuna, la sensación esponjosa y suave, me dio un susto de muerte. Mis dedos pegajosos del caramelo, un asco sin precedentes. 
Le siguió la lata de lentejas, nuestro almuerzo. Desparramo puras semillas claras y relucientes. No quería asumir la situación. Menos pensar que la lluvia ácida podría desaparecer y moriríamos contaminados por el ambiente. 
Apoyé mi vista en el logo con forma del planeta Júpiter y su lugar de origen figuraba Canadá. Me dio seguridad saber que no era de acá. De algún modo atravesó la coraza gubernamental y esos asquerosos pasaron su porquería aquí. Probablemente lo compró en mal estado y ni se fijó eso mi hermano, pensé.
Mas calmado, me puse las ojotas y salí a la nebulosa me traería algo de paz. El aire tenía el fuerte olor del cuero viejo y la acritud del papel antiguo. 
El descubrimiento fue producto de una serendipia o una desgracia. Mi magnánimo corazón se rompía, no quería preocupar a mi familia, pero tampoco podía evitar el insoslayable destino.
Debo correr, encontrar la biblioteca nacional y buscar información de lo que podría haber pasado. Todo tiene una razón. Aceleró. Quiero olvidar la flor y no puedo. Escucho pasos.
- ¡Nos están matando! grito al cruzar la manzana atestada de gente. 
Planeaba decir lo que vi a un policía, llevarlo hasta el macetero, o hacerlo noticia "El clima está cambiando" como titular. 

Miro hacia arriba. No llego a recorrer con mis ojos el extraño y perturbador cielo azul. Alguien me golpea. Me llevan, escucho voces y ya no tengo más que decir. Escupo sangre y mis hermanos me levantan del suelo. Solo veo negro.  


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