domingo, 16 de junio de 2019

Las hormigas

La señora Paredes iba todos los días a la misma cafetería de la ciudad. Sentándose siempre en la primera mesa frente a la ventana.
Esa mañana se tomo su tiempo para conversar con la camarera. Hablaron sobre el clima invernal y la rara aparición de hormigas en las sillas del lugar. Luego pidió su café con leche y todos los diarios que ocupo sobre la segunda mesa, dispuestos a leer en orden. Era una costumbre que empezó con su marido. El fallecido doctor, famoso en la zona, una inminencia por donde se lo vea.
Leía en el primer periódico el titular "Incendio en un laboratorio científico", cuando alguien sucio y despeinado; con una protuberancia extraña en la cabeza se sentó frente a ella. Era su esposo. Después de tantos años de enviudes se encontraba ahí, frente a ella. Quería abrazarlo, quería llorar.
No sabia que decirle, como explicarle cuanto lo extrañaba. Se mantuvo en silencio unos cuantos minutos.
-Alberto- musito. La cafetería estaba completamente silenciosa, parecía vacía.
Ella se llevo la mano a la boca, hacia mucho que no decía su nombre en voz alta. Mas que cuando iba al cementerio. En el día del aniversario dejaba, junto a la tumba, las más perfumadas peonias.
El señor no dijo nada. Estaba con la mirada fija en ella. Con los ojos copiosos y atentos. Una pequeña sonrisa aflojaba entre los dientes duros y corroídos.
Finalmente le tendió la mano. Ella se levanto emocionada, iba directo a abrazarlo. El respondió al abrazo mordiéndole el cuello, apretándola fuertemente para que no se escape. La vida de la señora se apagaba. Alberto había perdido la lucidez y un instinto asesino pudo con él. La sangre se desparramo por el suelo, salpicó sobre el diario. Debajo del titular se detallaba que en el lugar del siniestro se estudiaba a un hongo parásito, extraido de unas hormigas zombificadas.

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