domingo, 18 de julio de 2021

Periplo

Tendría que haberlo imaginado cuando Olivia toco a mi puerta. Me rodeo de spray de alcohol y con unos guantes me entrego un pasaje de un supuesto concurso ganado. Esa visita no era nada normal, para nada.

Pero tampoco me imaginaba que seria la única persona en el mundo, si en el mundo, que no se había aplicado la vacuna contra el coronavirus. Así fue como llegue a esta torre

Desde fuera, cuando me trajeron, no grite por auxilio ni mucho menos sentí culpa. Me ganaba una curiosidad repentina al desconocer hoy siglo XXI la existencia de un lugar así. Bueno, la verdad es que nunca viaje y la idea de lo gratuito pudo mas que el sentido común.

El cuartito por alguna razón era exactamente igual a mi casa. Cada mueble, cada frasco medio lleno de condimentos olvidados, ese estúpido libro titulado "Isska nombre cincelado en un florete" que me acompañaba en la mesa del dormitorio porque me daba pereza ponerlo en su lugar. El tocadiscos con ese éxito que ya nadie recuerda "Santina y el mar". 

¿Podrían haber copiado otro cuarto, no? Cuestiono. Uno de la casa de algún millonario, repleto de vajilla de oro, de muñecos de peluches sumamente abrazables. No se. Encerrada con mis propios pensamientos se sentía dentro de todo como un vacío habitado

Fue dentro de una tarde de siesta, que destapé una magia de la cual no me esperaba. Ya acostumbrada al encierro, a no mirar el exterior, me dispongo a tomar el libro de Isska cuando se me cruza por mi mente la idea de viajar a Paris, donde se narraba la historia. Las paredes de la torre cambiaron y me encontré rodeada de personas en una cafetería "les vents de l'amitié" donde se repetía Bonjour y la torre Eiffel se lucia. Justo estaba en piyamas, por eso solté el libro, nada mas que por eso. Así volvió a la oscura pared gris ladrillo.

Fue momentáneo pero el olor a café, el barullo de las calles de Francia. El suelo verde que me había hecho cosquilla las rodillas. Debía probar de nuevo, acá hay mago o algo encerrado, si, además que yo.

Me vestí, puse a reproducir el disco de Sabina pensando que me llevaría a una playa de España. Me encontré pisando arena dorada, frente a mi un hermoso oleaje. La playa de Maspalomas en las Islas Canarias, me dije cuando a mi costado reconocí a las personas desnudas disfrutando el sol. El sueño de Pablito, ese compañero de secundaria que me hacia sonrojar con sus chistes verdes. Solo doy suerte que la música se detuvo. 

Fue en cuando me encontraba en el Castillo de Predjama, en Eslovenia. Un castillo conocido por ser el que ocupo el conocido Robin Hood Esloveno. Un hermoso lugar construido dentro de una cueva, llena de túneles, donde observando una vieja espada vi mi reflejo. Viajando y recorriendo este vasto mundo no me di cuenta del paso del tiempo, no reconocí mi vejez, mi soledad.

Volviendo a la vieja torre gris me decidí en escribir esta historia, mi historia, para mantenerla como un recuerdo bien guardado cuando la edad me impida recordar, y porque nada mas importa. En tantos años y con todo el conocimiento que este lugar me dio. No tuve tiempo de extrañar, de odiar o de decir adiós.


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