miércoles, 11 de marzo de 2020

Riada

Para Mildred su lugar favorito de la casa era la bañera. Le resultaba tan grande como la pileta pelopincho de sus primos, le gustaba pasar toda la tarde allí.
Esa mañana, después del desayuno y con el calor del principio del verano, Susana decidió que era momento de un corto baño antes de que llevarla al jardín de infantes. Sé había levantado temprano para trabajar con la computadora y no quería tener a su hija en la cama. Seguir la marcha escolar se hace difícil con el tema de los horarios, decía. Así que pensó dejarla un rato jugando mientras buscaba los papeles para presentar en el trabajo.
Mildred siempre se acostaba a un lado de la tina, imaginándose que era un enorme barco, como los demás juguetes que danzaban a su alrededor. Miraba el agua de la canilla descender, esas cataratas espumosas y fervientes de un bosque encantado, donde ávidos aventureros intentaron cruzar, pero caían cuesta abajo. 
Escucho las llaves, la puerta abrirse y cerrarse. No le importo. Del río salió una criatura roja, pequeña y dura. Lo sintió pasar por debajo de sus piernas. Un cangrejito había sucumbido de algún lado. Uno similar a los que vio en la playa, la vez que la llevo a pasear el padre.
Mildred lo miro detenidamente entre sus arrugadas manitos. Un nuevo compañero para jugar, pensó.  Puso el tapón en la bañera. Debo evitar que un maremoto se lo lleve, musitó.
"Mostrárselo a mamá no es bueno, se lo llevará como a los otros juguetes... que son para regalar a quienes menos tienen… pero vi que los tiró a la basura" dijo Mildred mientras buscaba donde acomodarlo al pequeño sin lastimarlo.
El vapor subía mientras el agua bajaba por los costados marmolados de la bañera. De repente escuchó el croar de una rana. Se giró lo más rápido que pudo. El agua saltó por todas partes y la alfombra tapó la única rejilla de la casa.
Otro amigo, pensó. Acaricio suavemente a la rana. Ahora no tendré que hacer amigos en el jardín como dicen, se alegró.
El agua ocupaba gran parte del suelo, y salía por debajo de la puerta cerrada del baño.  Con los animalitos escondidos, comenzó a llamar a Susana sin recibir respuesta. Mildred no se animaba a salir sola del agua. "A veces tarda mucho con los mandados, sacaré el tapón y esperaré jugando". El plástico redondo que tapaba el desagüe estaba atascado.
Mildred se dormía. Hacia fuerza para que no se cerraran sus ojitos. Imaginaba a sus feos compañeritos en el fondo de la pileta pelopincho de sus primos, a todos los juguetes que Susana había tirado, a su padre que vio por última vez en la playa. Intentó una vez más gritar por su mamá y solo alcanzó a ver el chispazo ultimo al corte de luz.

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