viernes, 8 de enero de 2016

Conversación arriesgada


- ¿Y si vamos arriba?
No me animo a decirlo, solo los veo. Mi marido hablando con mi amante.
Lo elegi de amante porque se que lo estima a mi esposo y mantendria todo en secreto.
Pero verlos hablar me producia tantas cosas.
Imaginar como se desnudan delante mio y como me desvisten.
Imaginarme sus penes en mi boca, medirlos con mi garganta, hastiarlos de pasion hasta que sin mediar palabra uno me lo introdujera en la vagina, mojada por la excitación. Me columpiaria hacia adelante y hacia atrás para que suspiren hasta que me atrapen con sus manos y me deslicen por su miembro bruscamente, dejandome sin respiración. Sin pausas y sin poder gemir, esperando a que mi cuerpo tome toda la leche que inseminen dentro mío.
Pero no termina ahí, ni bien cierro los ojos al compás de su pene en mi boca, mi amante comienza a examinar mi ano con su dedo, sabe que con eso me conquista.
No puedo evitarlo ya. Mi voz sale fuerte y a gusto de la situación.
Mi boca queda vacía, se acuesta y me suben para poder usar mis dos agujeros. Grito, siento la lengua de mi esposo como fuego en mis pezones. Siento el pene apretando mis entrañas, envuelto en mis jugos que lo exprimen al goce de mi cadera.
Me arañan la espalda, me aprietan los pechos una y otra vez. Gimo, mi cabeza da vueltas, quiero morir al llegar a mi cuarto orgasmo.

Me muerdo el labio, escucho q me nombraban, los miró y asiento sin entender. Mi amante besa mejor q mi marido.

Vuelvo. Mi amante esta abajo mío, me sonríe como el demonio que es y me besa. Introduce su lengua con la certeza de su pene dentro de mi cuerpo. Mi marido va despacio, temiendo lastimarme como si ese agujero fuera virgen ya que se lo prohibi tantas veces que hasta perdí la cuenta. Brusco, despacio, me aturdia de igual modo. Pero esos besos me podían mas que la fidelidad, que el amor eterno y ese glande llegaba al punto limite de hacerme desfallecer. Me muerde. Ya nada me importa. Van a acabar en cualquier momento y lo siento venir.
De repente el calor llega a mi cuerpo sudoroso. Empujan sus miembros para no dejar espacio al oxigeno. Me llenan en el ultimo impulso socavando mi grito con un beso ardiente y me liberan finalmente, llena de sus jugos.
- ¿Y si tomamos unos mates? Digo feliz.

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