viernes, 13 de diciembre de 2024

Graciela tiene dos superpoderes. Sabe detener el tiempo y sabe contar chismes. Quizás más lo segundo que lo primero y es que narrando la historia de la pobre Carmen y todo lo que le falta saber como protagonista, no tiene idea del lío que se le armará, y todo por silenciar un pensamiento amenazante. 
Graciela lo cuenta o podría contarlo, como vecina del barrio, chusma. Porque su narrativa va de eso, y de la parsimonia que pueden tener sus personajes ante la vida. Realista ante todo. Graciela, a diferencia mía, sabe que las historias se deben de sentir vividas. Que las emociones afloran en todos, y por eso quiso que no lloviera el día que Juan Pablo iría a una quinta con su padre. Los diálogos son pocos, pero justos. El escenario familiar está a la orden del día. 
Será que en un viaje a casa, deja la tercera persona para que la naturaleza del pequeño patio sea indiscutiblemente autobiográfica. Lo digo porque conocí su casa, pero me hubiera gustado también conocerla con sus 10 años.
 Tambaleo más con "la respuesta" porque no soy fan de los santos. A penas vi algunas veces en televisión lo que es una caminata a Lujan. Pero era tal cual, la búsqueda que lleva a muchos a patear sin cesar para encontrarse con un ser superior que los llene. Graciela no necesita eso. Ella solo con su personalidad brilla entre la multitud. Por suerte no se extiende al hablar con esas frases largas como en sus relatos. Tampoco se vive de comparaciones, aunque en algunas de sus historias utiliza metáforas que inspiran. Mi favorita es: "Llora como un diluvio largamente aprisionado en las fauces del universo." y para cerrar, debo acotar que Don Rodríguez, al igual que Graciela, detuvo el tiempo, tomo el pan bajo el brazo y siguió una vida feliz con su primer nieto.


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