domingo, 22 de diciembre de 2024

Tamara Tenenbaum "Escenas de un matrimonio (...)"

 No sé qué fantasía zen podría habitar para que esos momentos no estuvieran sobre todo dominados por el lenguaje, por las palabras que ellos eligieron y que se grabaron en mi memoria con su rítmica, palabras que no podrían ser otras, que no se pueden cambiar, porque como en la poesía, que siempre prefiere las repeticiones a los sinónimos, la música precisa de las cosas.  

Y sin embargo, si pienso en qué me llevo de las personas que más quise, pienso sobre todo en eso, en palabras: no en conceptos, no en aprendizajes que me hayan dejado, en conversaciones cuya música no puedo sacarme de la cabeza, que a veces ni siquiera sé qué significan ni por qué las recuerdo.

martes, 17 de diciembre de 2024

Kai corrección

Otra mañana, 
otro medio día...
mis ojos buscando tu silueta
como un lobo a la luna pura,
por su belleza,
Y que, entre sombras,
está escondida.

Necesito tu meliflua voz
que me salve del silencio oscuro y profundo,
cuál Eurídice, la luz en el Inframundo...

Busco tu tacto 
como las flores al sol, 
el décimo paso..

estamos a Salvo, mi vida,
somos ese libro escribiendose 
entre historias perdidas, 
Oculto en la biblioteca en llamas, 
en un recuerdo escondido. 
Un libro lleno de capítulos
Que dicen, "fueron felices",
pero sin un final.

viernes, 13 de diciembre de 2024

Graciela tiene dos superpoderes. Sabe detener el tiempo y sabe contar chismes. Quizás más lo segundo que lo primero y es que narrando la historia de la pobre Carmen y todo lo que le falta saber como protagonista, no tiene idea del lío que se le armará, y todo por silenciar un pensamiento amenazante. 
Graciela lo cuenta o podría contarlo, como vecina del barrio, chusma. Porque su narrativa va de eso, y de la parsimonia que pueden tener sus personajes ante la vida. Realista ante todo. Graciela, a diferencia mía, sabe que las historias se deben de sentir vividas. Que las emociones afloran en todos, y por eso quiso que no lloviera el día que Juan Pablo iría a una quinta con su padre. Los diálogos son pocos, pero justos. El escenario familiar está a la orden del día. 
Será que en un viaje a casa, deja la tercera persona para que la naturaleza del pequeño patio sea indiscutiblemente autobiográfica. Lo digo porque conocí su casa, pero me hubiera gustado también conocerla con sus 10 años.
 Tambaleo más con "la respuesta" porque no soy fan de los santos. A penas vi algunas veces en televisión lo que es una caminata a Lujan. Pero era tal cual, la búsqueda que lleva a muchos a patear sin cesar para encontrarse con un ser superior que los llene. Graciela no necesita eso. Ella solo con su personalidad brilla entre la multitud. Por suerte no se extiende al hablar con esas frases largas como en sus relatos. Tampoco se vive de comparaciones, aunque en algunas de sus historias utiliza metáforas que inspiran. Mi favorita es: "Llora como un diluvio largamente aprisionado en las fauces del universo." y para cerrar, debo acotar que Don Rodríguez, al igual que Graciela, detuvo el tiempo, tomo el pan bajo el brazo y siguió una vida feliz con su primer nieto.


lunes, 2 de diciembre de 2024

El incrédulo y el perro de Bonifacio Lastra

Estaba el incrédulo leyendo una Antología de cuentos fantásticos que le había recomendado una amiga espiritista.

Detestaba los cuentos de ese estilo, las novelas policiales y hasta las novelas comunes.

Insensible a la fantasía, le hastiaba todo lo que no fuera relato de cosas realmente sucedidas, y hasta le molestaba que la historia estuviese manchada por la leyenda. Aceptaba la poesía, sólo porque en ella encontraba belleza de expresión y exaltación de los sentimientos y pasiones humanas. También los temas religiosos, porque allí estaba infranqueable la barrera entre lo natural y lo sobrenatural.

Todo esto cavilaba, entre cuento y cuento.

Sonreía escéptico mientras leía y bostezó aburrido, tentado de arrojar el libro.

Tenía un hermoso danés, que echado al pie de la chimenea lo miraba con ojos humanos.

Chisporroteaba el fuego al arder la corteza de los leños, mientras llegaba desde afuera, el ruido del viento contenido por los grandes ventanales del salón.

Bebió un trago y dejó sobre la mesa el vaso en que se había servido su tercer whisky; cargó lentamente la pipa, la encendió y echó una larga bocanada.

Después reanudó la lectura decidido a terminar el volumen.

El perro empezó a restregar la cabeza en sus piernas. Lo echó varias veces, pero el animal estaba cargoso y empezó a molestarlo. Le dio, entonces, una patada en el hocico.

El animal aulló, lo miró con rencor, e irguiéndose después sobre sus patas traseras, le dio una bofetada y arrancándolo del sillón se ubicó en su lugar y comenzó a hojear el libro.

Primero creyó que estaba borracho o atacado de "delirium tremens". 

Pero cuando se convenció de que lo que estaba ocurriendo era real, se entregó sometido. Se echó al suelo, junto al perro, y empezó a ladrar.