Mí mente confunde ambas situaciones y, mientras mí cuerpo insiste en ir al baño, el borracho quiere entrar en mí cuarto, el gato maulla desde afuera de casa.
El gato borracho logra alcanzar la manija y abre. El calor de sus pelos inunda mí cuerpo. Me doy la vuelta y me vuelvo a dormir.
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