viernes, 12 de septiembre de 2025

Mi primer cigarrillo lo probé en mi cumpleaños de 15, con mis compañeros. Ya sabia como se encendía porque mi vieja me pedía que se los prendiera mientras se hacía las uñas, pero no había ni pensado en fumar. 
Sabía que con 12 años era chica, pero la emoción de los 15 hizo que diera el primer largo sorbo y su posterior humo en forma de "O" que lleno el espacio del patio de mi casa.
Mis abuelos fumaban siempre, y verlo como un fruto prohibido, me generaba cierta atracción. Los habanos de mi abuelo, traídos de no sé donde, o los simples mentolados que siempre quedaba alguno encendido y olvidado en el cenicero principal de la casa.
Cuando a mi abuelo le diagnosticaron cáncer de pulmón, nos miramos todos decididos a abandonar esa adicción, pero más bien la escondíamos. Mi mamá salía al kiosco a comprar encendedores y fósforos "para encender el horno". Lo prendía ni bien cerraba la puerta y después, cuando salía del mercado. Siempre un cigarrillo daba vueltas. Yo lo fumaba a escondidas en el recreo, o cuando estaba de joda con mis compas.
Para mis 18 me regalaron un mechero hermoso Dupont que guardaba como oro. No quería sacarlo a la calle, para estar afuera llevaba los otros, los económicos.
Al poco tiempo falleció y todos esos intentos fueron en vano. La tristeza nos tomaba de la mano y la fumábamos mirando las nubes grises girando mientras se escapaban por la ventana.
A mi abuela se la notaba un poco más perdida después del entierro, ya un poco antes había dejado el mal habito de fumar. No entendíamos con mi mamá como había hecho, como después de tantos años y años de cigarrillos, de un momento a otro se había detenido. "Es mejor cuando se deja así, de taquito" dijo mi mamá. Pero a mí me parecía raro. Ya no era la misma. A veces la escuchaba hablando sola o cantando un viejo tango.
El médico nos dijo que podía ser la primera fase del Alzheimer, que la lleváramos un día. Fue que cuando llego el remis y levanté su cartera nos dimos cuenta de que estaba extrañamente pesada. Al darla vuelta cayeron varios mecheros. Todo tenía sentido. Se había olvidado de fumar, pero no el hábito de robarnos los encendedores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario