lunes, 28 de julio de 2025

asfixia

 La luz garabateaba los pocos muebles que quedaban en la casa, como un cementerio lapidado de cicatrices. El monstruo ha muerto y ella se imagina feliz, despierta, contemplando la mesa enterrada en recuerdos. Aquellas fotografías de antaño, de cuando su madre era humana y delicada, posando, con un vestido lleno de mariposas y flores. El viento se sacudía como una poesía o una canción de cuna a medio narrar. El cielo azul dolía frenéticamente en su mirada. Ella deseaba que se retratara su angustia. Ella pedía a gritos a un dios pagano que lloviera. 

Mientras se asomaban en las sombras volutas del cigarrillo, bebió un poco de cerveza amarga de tantos jirones que daba su vida. Todavía tenía que hacer largas llamadas telefónicas. Contar lo sucedido una y otra vez. Relatar como las sirenas de la ambulancia se detuvieron frente a su ventana. Como las ínfimas manos levantaron el cuerpo grotesco, gélido, para luego navegar entre las calles directo al nosocomio. Intentar, otra vez, no ver al animal envuelto en sabanas blancas, en el que se desconoce cada vez más su figura humana. Olvidar su bramido seco y ahora silenciado de tanto toser en la noche fría. 

Se sabía, si. Ya estaba enferma, si. No había nada más que hacer, sí. Repite ella y cuelga. Vuelve a marcar otra línea y vuelve a atravesar la ferviente noche en su mente.

Deseaba el silencio de las cosas. Modificar el tiempo. Como tendría que haber sido siempre. Sepultar el miedo a responder, la mirada al frente, la posición del cuerpo sutil, apretada, femenina. Esa que, a cinturonazos, le enseñó el monstruo. 

¿Quién era ella ahora? ¿No era hija dé? ¿Cómo se abren las fauces de una vida que nunca llevo? Conseguiría un trabajo, vendería todo lo que no necesitara de la casa, o la casa entera. Sí, la vendería a un precio que la dejara vivir lo que alguna vez llamo sus sueños. Esos que la llevaron a tomar la medida desesperada de cometer un crimen.


viernes, 11 de julio de 2025

Regresos de Wislawa Szymborska

Regresó. No dijo nada.

Pero estaba claro que le había ocurrido algo molesto.

Se acostó vestido.

Escondió la cabeza bajo la manta.

Encogió las rodillas.

Ronda los cuarenta, pero no en este instante.

Existe, pero sólo tanto como en el vientre de su madre,

érase que se era bajo siete capas de piel, en la oscuridad

protectora.

Mañana dará una conferencia sobre la homeostasis

en la cosmonáutica metagaláctica.

De momento se hizo un ovillo, se durmió.

Nana

 Se deshoja la margarita, se deshoja. 

Después de nueve meses que se posó 

ante ella la preciosa mariposa. 

Solo escribía cartas a la vida. 

Mensajes de amor a la vida. 

De esos senderos, 

donde era primeriza. 

Ella cantaba y la panza reía.

Su silueta cambiaba

y ella reía.

¿Quién iba a augurar

lo que sucedería después?

La margarita se deshoja en la mesa

donde su hija debía nacer.

Sangre que es río y cura

Sangre que es río y vida, huye.

Que nazca sana

que viva alegre

si la niña queda sin madre

los mensajes irán al dios de la muerte

la margarita canta una nana al viento

El que salva y guarde la escuchó en su canto

la margarita continúa luchando.

Amado sea el dios que la vida entrega

Ambas sonríen hoy

bajo el cielo estrellado.