Bajó del barco, levantó la cabeza y lo vio. El koala también la observaba desde la jaula. La investigadora estaba frente al último animal del planeta.
-Quise decírtelo, lo juro,
pero no me animé. Musitó
el científico apenas vio a Nancy descender la escalinata. -Vení, seguime.
Solo dos palabras pueden
describir la situación dentro de la camioneta. Clima tenso. Había
mucho de qué hablar, pero se mantuvieron en silencio los primeros minutos.
La ruta al centro de investigación era extensa. El portal se
había abierto a metros del río y se había extendido por más de un kilómetro.
Lo primero que observó Nancy
fue el carrousel en medio del bosque deforestado. Le siguió
una pirámide similar a las egipcias, pero en está, la punta se
erguía una cruz. Roberto no dejaba de hablar sobre el sistema
nervioso, la conciencia, y la calamidad que
podría ocurrir si salían más noticias acerca de lo que sucedía en esa zona.
- ¿Lo recordás? Esa señora que
salió en Canal 13 que decía que su gato un día comenzó a
hablar.
- Fue una locura. dijo Nancy.
Un misterio inescrutable se desentraño a partir de ese
entonces.
- Una estrella fugaz
atravesó el cielo esa noche. El gato volvió a su normalidad al día
siguiente y un perro en otro pueblo fue noticia por la misma razón. La gente
empezó a tener miedo de las mascotas, de qué podrían decir si hablaban. Lo
mismo opinó el gobierno y se generó una matanza indiscriminada de animales. El
koala que viste antes también llegó a hablar por unos días. Pensamos que
hablaría de temas banales, pero no. Razonaba teorías sobre el Portal y se
quejaba de la visión antropocéntrica del humanismo.
Escucharon un ruido mecánico
parecido al de una bujía rota. Roberto sintió que algo andaba mal dentro del
centro. Subió las escaleras sigilosamente. Rápidamente, se
escondió detrás de la puerta que se abría de manera abrupta.
-Voy a seguir yendo igual,
¿Me escuchaste? -Vociferó
Juan, el capataz. No pareció ver ni la camioneta ni a Roberto. Sólo se giró y
caminó hasta perderse en lo oscuro del portal.
Nancy descendió del coche y
ambos ingresaron. No había nadie dentro. Observó el lugar. Una mesa de madera
blanca contenía una pequeña cúpula de no más que 5 cm de alto. Alrededor, sobre
las paredes, había distintos tipos de maquinarias que hacían de alarma cada vez
que el portal se expandía. El fuerte sonido le generaba a Roberto una sensación
horripilante. Le erizaba la piel.
-Algo ocurre con este lugar. A
algunos de mis compañeros les ha hecho algo. A Federico de suerte lo salvó el
capataz. Ni bien empezó a hablar raro. Lo ató de manos con un cable.
Roberto extrajo una botella de
agua de una heladera frigobar y la compartió con la investigadora.
-Ven, acércate a la cúpula.
Aquí no hay más que un caracol. Por extraño que parezca es el único que aún
habla. Por meses lo ha hecho sin perder el habla. Pidió charlar con vos. En
algún momento el portal me tomará y sólo vos podés salvarnos.
¿Pero los caracoles no
tienen labios? contestó Nancy segundos antes de apoyar su mano sobre
su frente. Mientras Roberto se desvanecía escuchó claramente una voz en su
cabeza.
- Manos a la obra.
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