miércoles, 14 de mayo de 2025

 


Tengo que aguantar el impulso de llorar. Tengo que ser fuerte. Por mi hija debo ser fuerte. Lleva horas callada, apenas me mira. Estuvo seis horas en el quirófano. Seis kilos ocupaba de su cuerpo un tumor, desde el estómago hacia los costados colgaba.

Vine porque mi niña tiene un fuerte dolor de panza, le dije al doctor. Solo eso, un dolor de panza. La revisaron tantas veces. Qué análisis de sangre, que muestra de orina, que tocar aquí, que siente si le toco acá. Que si tuvo alguna operación anterior, otros síntomas, vomito, no sé doctor. Ya no sé qué más responderle, doctor. 

La vamos a tener que internar, dijo primero el doctor. La vamos a tener que operar, dijo después el doctor. Si por favor, salve la vida de mi hijita. Cúrela, yo rezare, doctor. Tiene a dios en sus manos, doctor.

Cuando la trajeron ya no era la misma. Ya no sé qué más decirle a mi hija en la cama del hospital. Como puedo hacer para que me hable. Si las enfermeras van y vienen, si su sonrisa se perdió mirando al techo. ¿No tiene frío, hijita? ¿No tiene calor, hijita? ¿No quiere conversar con mamá que guarda para dentro todo con un nudo enorme, enorme, para que no salga una lágrima y le sonría, hijita?

El tiempo pasa lento en esta jaula blanca apenas perfumada de alcohol. Todavía no volvió el doctor a verla. Miro por la ventana y pienso en el mundo que enmudeció. 

Tocan la puerta dos chicas que se presentan como estudiantes de enfermería. Dicen que le tomarán la presión y la fiebre. Apenas las oigo y afirmó con la cabeza. 

La joven toma un títere con forma de caballo y cuenta una historia a mí hija. Dice que perdió a su caballero y mira para los lados. Dice que mí hijita es la princesa perdida de un cuento y que si dice su nombre podría saber si era. 

Mí hija responde sonriente. Alegre. Soñadora al caballo. Quiere ser la princesa del cuento y mis lágrimas empiezan a desparramarse.

Ya no puedo respirar hondo y guardar todo. La segunda joven se acerca preocupada y yo la abrazo. No la conozco y la abrazo con fuerzas. Ella no puede entender todo lo que guardo dentro. Intento contarle entre lágrimas que mi hijita llevaba horas sin decir palabra alguna. 

Cuando el show termino y mi hijita abrazo al caballo. Contó que tuvo miedo. Que un tubo cubrió su cuello hasta hacerle doler. 

viernes, 9 de mayo de 2025

 Hay oscuridades que quedan adentro. (Más claro el trauma que lo marca) Casi palpables. Como el recuerdo de los consejos de mi madre cuando sabía que perseguía el sueño de trabajar de lo mismo que mi papá. Chofer desde la medula me decía, y yo sonreía.

Mi infancia transcurria (habitaba en el trayecto)  entre la escuela y el andén de la salida de colectivos. Recuerdo compartir un mate con los choferes, Aguardar con una sonrisa la llegada del último coche, Ver los pasajeros bajar, Ayudar a pasar la escoba. Los fines de semana me llevaba mi papá a pasear. El camino me sabía de memoria. Las rutas, los trayectos, los paseaba en mi mente los días. Con sabia educación saludaba a cada persona con un "Buen día". 

Hasta que lo enviaron a la capital. (?)

Nadie respondía al saludo. Todos apurados, amargados. Intoxicados por un gas que llenaba los pulmones intentando parecer oxígeno. 

(?) No hay forma que me olvide del accidente. De como la madre se sentó delante cuando le dije que tuviera cuidado. Del bocinazo atrás, y delante de mí. El incordio. La salvajada de pasajeros gritándome. La chiquilla en el suelo. (?)

La criatura está bien. (Mí mente alterada) Mi mente no.

Tampoco la crisis en la empresa. Conocí rostros apagados. Sentí el peso de todas las miserias que se puedan nombrar. Mi papá no perdió la licencia porque el abogado que se comió mis ahorros fue fanfarroneando con el juez. 

Otra vez en mi pueblo no volví a tocar un colectivo, ni soñar con ello.

Hoy en día conduzco con otros pasajeros. Con la cara alta boqueando, sin sonrisa alguna. Desorientados. Alguna veces me parece que están apurados por llegar. 

Pero sé que si choco saldrán huyendo por las calles. Llamarán la atención de los vecinos, y ninguno se fijará en mí. Cuchillo en mano, al menos sé que no seré faenado.