viernes, 9 de mayo de 2025

 Hay oscuridades que quedan adentro. (Más claro el trauma que lo marca) Casi palpables. Como el recuerdo de los consejos de mi madre cuando sabía que perseguía el sueño de trabajar de lo mismo que mi papá. Chofer desde la medula me decía, y yo sonreía.

Mi infancia transcurria (habitaba en el trayecto)  entre la escuela y el andén de la salida de colectivos. Recuerdo compartir un mate con los choferes, Aguardar con una sonrisa la llegada del último coche, Ver los pasajeros bajar, Ayudar a pasar la escoba. Los fines de semana me llevaba mi papá a pasear. El camino me sabía de memoria. Las rutas, los trayectos, los paseaba en mi mente los días. Con sabia educación saludaba a cada persona con un "Buen día". 

Hasta que lo enviaron a la capital. (?)

Nadie respondía al saludo. Todos apurados, amargados. Intoxicados por un gas que llenaba los pulmones intentando parecer oxígeno. 

(?) No hay forma que me olvide del accidente. De como la madre se sentó delante cuando le dije que tuviera cuidado. Del bocinazo atrás, y delante de mí. El incordio. La salvajada de pasajeros gritándome. La chiquilla en el suelo. (?)

La criatura está bien. (Mí mente alterada) Mi mente no.

Tampoco la crisis en la empresa. Conocí rostros apagados. Sentí el peso de todas las miserias que se puedan nombrar. Mi papá no perdió la licencia porque el abogado que se comió mis ahorros fue fanfarroneando con el juez. 

Otra vez en mi pueblo no volví a tocar un colectivo, ni soñar con ello.

Hoy en día conduzco con otros pasajeros. Con la cara alta boqueando, sin sonrisa alguna. Desorientados. Alguna veces me parece que están apurados por llegar. 

Pero sé que si choco saldrán huyendo por las calles. Llamarán la atención de los vecinos, y ninguno se fijará en mí. Cuchillo en mano, al menos sé que no seré faenado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario