miércoles, 19 de febrero de 2020

Piensa en mi by Kai

No existe un ser humano capaz de leer la mente de otro. Al menos eso pensaba hasta conocerla.
 Eramos amigos, nos entendíamos tan bien. Creía que era pura coincidencia o prefería pensar que era eso.Nos enviábamos mensajes ocultos en canciones o títulos de libros.  Por ejemplo, cuando estábamos en la sala de su casa y me veía con esa sonrisa picara. Hacia un gesto no muy disimulado para que desviará mi vista hacia su cuerpo. se podía ver claramente a causa de una fina blusa oscura y podía notar que no llevaba sostén. Nunca sucedió nada entre ambos, al menos, no físicamente.
Y un día lo entendí. Estábamos en la sala de su casa. Ella leía un libro que le recomendé y yo veía una serie, noté que ella llevaba esa fina blusa otra vez. Me imaginé de pie, atrás de ella y a punto de masajear  sus hombros. Levanto su mirada y me sonrió como siempre. Entonces la bese.
Comencé a acariciar sus pechos. Ella me hizo el gesto de quería que me sentará en el asiento. Se apoyó sobre mi, dándome la espalda, y todo continuo. Mordí su cuello, quite esa fina pero molesta blusa. Pasó sus manos entre mis piernas y quito mi pantalón, dejo escapar un suave gemido. Comenzó bruscamente a menearse sobre mi, eso me volvió loco de deseos. Aparte su ropa interior a un lado y la penetre, nos movíamos juntos. Recorría su cuerpo con ambas manos...
Así tuvimos sexo varias veces en ese asiento. Ella me llamaba “Señor” y yo la nalgueaba más fuerte, sintiéndola toda mía, terminamos juntos y luego abríamos una lata de gaseosa.
Al finalizar sediento mi gaseosa, abrí mis ojos nuevamente. Habían pasado unos segundos perdido en mi mente. La vi a los ojos, avergonzado. Ella con su sonrisa habitual musitó “Desea una bebida señor?”.
Desde ese día controlo mis pensamientos en su presencia.

abrigo

Temía olvidarme de ti y lo hice.
No han pasado muchos meses desde que te fuiste. El cáncer consumió lo que quedaba de una buena persona: mi amado papá.
Lo primero que se viene a la mente es cuando fuimos al cine a ver "Hércules". Estaba enloquecida con escuchar a Ricky Martín en la voz del protagonista. Años después, fue "El viaje de Chihiro" así conocí el maravilloso anime."La novia de Chucky" me llevo a admirar el universo de las películas de terror. Así me introdujiste, sin saberlo ni pensarlo, en mucho de lo que soy hoy en día.
Y te recuerdo. Escondido entre televisores y consolas de edición de vídeo. Ocupado, movías perillas y presionabas distintos botones. Mejorabas filmaciones, y yo anónima, admirándote en tu labor. 
 Me río al recordarte con cara de asco, cuando se preparaba algún tipo de pescado. O enigmático, entre las apreciaciones televisivas de los noticieros.
¿Cuanto más pensaba crecer y verte a mi lado? Días de agonía que no esperaba. Jamas imagine verte sufrir así. Hasta que una madrugada, minutos después de verme, diste tu ultimo respiro.
Entre todas las cosas que me diste, ayer sin mas, olvidé tu campera en el trabajo y pensé, otra vez, que se me iría la vida.

Lo peor es que me gustas. Lo peor es que te llenaría de hijos. Lo peor es que jamás podríamos estar juntos.

miércoles, 12 de febrero de 2020


Pira
Nunca nadie habría sospechado tal futuro. El imperativo me deja aquí, en el centro de las miradas.
No a todos les gustara mi resolana, muchos se han olvidado de mi brillo. Tampoco de mi parte esperaba tal ceremonia, gente cruzando miles de kilómetros para venir a verme.
¡Si viví tantas injusticias a mi nombre! Me habrán querido presentar en una querella más de una ocasión. Como si fuera mi culpa que un día les presentara un mantel floreado con unos exquisitos manjares, y a la vez mostrara a un alcohólico conduciendo a toda velocidad destruyendo vidas, o también la biología del caracol un domingo por la tarde.
Tampoco pediría una vida dentro de un frasco de formol, sé que tarde o temprano me encontraría aquí en la misma situación. Fui de hoguera en noches de insomnio, sonido de fondo del más estudioso alumno de cualquier academia. Hice reír, hice llorar. Los alucinantes avances tecnológicos me dieron en este presente, el poder de hablar, y hoy, aquí, lo uso para despedirme y agradecer.
La máquina dejo de recibir señal y finalmente se apagó la última televisión del mundo.



Suerte
¿Qué iba a pensar que esa mañana iba a morir? Por primera vez en su vida, no le tenía miedo a nada.
Admiraba tanto el cielo nocturno de aquella ciudad. Se iba todas las noches al río luego de la ardua jornada. Era su lugar de alivio, sencillo y desolado, a metros de su pequeña vivienda de chapa. Ese día había sido especial, besó apasionadamente a la hija de su jefe.
Ya no le importaba ser negro, tampoco que todos en la Reysol sabían dónde vivía y donde pasaba la noche hasta quedarse dormido. Mientras pensaba en los ojos más hermosos que había visto en su vida, en la sonrisa más dulce del mundo, se acostó en la balsa a mirar las estrellas.

Casa de muñecas

Aún no puedo abrir bien los ojos. Me deslizó por la alfombra a cualquier dirección.
Intento levantarme y llevó mis manos a la fría pared. No siento su porosidad. Es lisa y suave como un espejo. Necesito verlo. Con mucha fuerza, abro los ojos y me sorprendo ante su transparencia. Es como un ventanal gigante y al otro lado se ve una habitación.
Rápidamente me doy vuelta. Observó el lugar donde estoy. La cama matrimonial, los grandes armarios. Es imposible no notarlo. De lado a lado son exactamente iguales. Todo situado espejadamente.
El dolor de cabeza vuelve.
Estoy sobre la cama. Al lado mío hay un hombre. Le temo y a la vez pienso que si lo despierto, podría saber que es lo que ocurre. A veces, el silencio aterra más que cualquier sonido. 
Las luces se prenden. Una alarma se siente en mi piel y huesos. En reflejo, nos sentamos y miramos al frente. En la cama, que pensé, vacía. Habían dos personas en ese  mundo reflejado, claramente inverso.
La apariencia no era exacta, pero éramos demasiado similares, como dibujados por la misma tinta. La mujer apenas parecía mayor que yo, llevaba ropa más fina que la mía. El hombre con corbata parecía de un alto cargo ejecutivo. Su cabello apenas dejaba entrever las canas. Podríamos haber sido pares de gemelos, claramente.
Todas las sensaciones corporales ahora tenían sentido, en mi muñeca se alojaba algún dispositivo capaz de darme señales eléctricas y sonoras tan sentidas a carne viva.
El primer pitido se hizo sentir. Debíamos ajustarnos a la otra persona simétricamente. 
Apoye mi mano izquierda sobre la madera de roble que estructuraba el techo de la cama. Lentamente precaví que debía girar mi muñeca más abajo. Lo mas minuciosa posible para contrarrestar el dolor que me inundaba. Tenia hasta los milímetros contados este lugar, con alguna tecnología que desconocía y de la cual no quería saber tampoco. Corporalmente eran las exigencias, podía llorar pero no limpiar mis lagrimas como quisiera. 
Ella,  mi copia, comprendía el funcionamiento de este sistema, por lo que intentaba accionar lentamente y hacerme distintas señas para que pudiera seguirla. De cualquier modo debía hacerlo. Aprender o recibir castigo.
Cenamos. Tomaba atenta el vaso en medida que ella lo hacía. Los cubiertos eran de plástico. No había ningún objeto punzante en la casa. El hombre de corbata hacia todo rápidamente solo para ver cómo el sistema de alarma transmitía distintos niveles de dolor. Llego a empujarla, creo que lo  satisfacía escucharme gritar de dolor. Se reía y tomaba todo a la ligera.
Voyeurismo. Acariciada la madrugada, el hombre la violó. Sentía sobre mí los ojos de él. Quería quería huir, y no era posible. Tenía que esperar a que todo terminara. Subido a mi, también lloraba el extraño. 
No habíamos podido mediar palabra. Desde el inicio de la pesadilla, metidos en nuestros dolores, enmudecimos. 
Hombres dormidos, me llevo al baño. Para mi sorpresa, su torso desnudo mostraba daños que distaban de varios días. Rasguños, mordidas, que databan de encuentros que alguna otra pareja debió asimilar noches anteriores.
Entendí, sin mediar palabras, que ella era la prisionera que peor la pasaba en este lugar. Revolvió el armario lleno de perfumes, el botiquin colmado de vendas.
Sentada en el inodoro, viendo como lo desparramado perdía sentido. Abrio grandes los ojos, tomé un espejo de mano, de dentro de una cartera, lo envolvió en una toalla. Lo lancé al suelo, levantó un fragmento y se cortó la muñeca.
  Me detiene un choque eléctrico. Mientras veo esparcirse la sangre, me desvanezco.
Desperté vestida de finas ropas. A mi lado el hombre se servía un whisky. Frente a mí una pareja asustada nos miraba