Kafka nunca había sido tan feliz como en el momento que conoció la
terraza de su vivienda y se volvió su lugar favorito. Esa noche estaba reunido
con los vecinos, el Negro y Alonso, cuando cayeron Cacho y Rosa. No era la
primera vez que se juntaban ahí, en silencio, a mirar expectantes la avenida
principal junto a los rascacielos.
Para ser un edificio comercial, no estaba tan lleno de
personas y a esa hora solo se escuchaba el bullicio de las computadoras
encendidas de la oficina principal.
De vez en cuando miraban hacia las distintas ventanas por si
se acercaba alguien. Más que nada porque era un lugar que muchos sentían
como único, sin distracciones y con la vista hacia las aves en la copa de los árboles que se distinguían a simple vista.
Todo estaba calmo hasta que llegaron Tonio y Patrón.
Arribaron como si fuera su propiedad o su destino. Inmediatamente se apagó el
silencio. El Negro y Alonso los miraban de mala manera.
Sabían que terminaría en pelea inevitablemente. La riña llevaba
varias noches sin suceder. En cuanto se escuchó el primer gruñido de
Tonio, al intentar aventajarse tomando el primer golpe, fue cuando decidieron
Rosa, Cacho y Patrón que era mejor irse y evitar ser heridos. No así para
Alonso que acompañaría al Negro hasta el cese de la batalla, sea quien sea el
ganador. Ni para Kafka que se quedó impactado por la situación.
Vertiginosamente se abalanzó uno sobre el otro, estaban
preparados hasta las uñas. A ninguno le preocupaba que se escucharan los gritos
o que desparramaran sangre en el suelo frío del mirador. Tampoco notaron cuando
quedaron casi solos. El Negro y Tonio se gruñían, se gritaban, se juntaban, se
separaban, sin sacar la vista uno del otro, sin darse cuenta que cada vez
estaban más próximos al abismo.
Tonio llevaba la ventaja de ser más grande y fuerte, pero
rápidamente se fue cansando. Cuando empezó a notar debilitado que tomo
la dirección el Negro y se abalanzó una vez más sobre el otro y con una
distancia tal que ambos cayeron por el vacio.
Kafka se acercó de prisa para ver que había sido de los dos
rivales. El Negro había logrado caer en cuatro patas y no sufrir herida alguna,
no fue así para Tonio que murió en el acto.
Los humanos dueños del edificio al ver el cadáver a la
mañana siguiente dictaminaron poner vallas para evitar más caídas. También un
alambrado desde el piso al techo de la terraza y prohibieron además el arribo
de más gatos. Tonio había logrado la victoria, nadie podría ocupar su lugar a
lo alto del edificio.
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