Esa mañana fue inolvidable. El diablo había echado su ultima carta. El destino no la acepto. Jugando al azar, en donde mas sabia ganar, perdió.
Pero mas q nada se perdió a si mismo. Recordó, en el momento mas circunstancial del juego, su pasada en el amor.
El diablo no ama, y este no lo supo entender. En el abismo del mediodía y en su soledad, validada la partida, desapareció.
Nadie sabe ni sabrá q fue de el.
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